Mi experiencia en una sala de cine temática viendo 50 sombras de Grey


Nunca pensé que una simple salida al cine terminaría siendo una de las experiencias más peculiares —y divertidas— que he tenido con mi pareja. Todo empezó cuando ella me mandó un mensaje a media tarde: “¿Te animas a algo diferente esta noche?”.

Yo, sin pensarlo demasiado, dije que sí. Minutos después me mandó la ubicación y el nombre del lugar: Cine Eros, una sala de cine temática en el centro de la ciudad. La película: 50 sombras de Grey. Me reí, pensando que era una broma, pero no, era totalmente en serio.

Llegamos a eso de las ocho de la noche. Desde afuera ya se notaba que no era un cine cualquiera. Las luces eran tenues, había cortinas rojas gruesas en la entrada y una música suave, casi sensual, flotaba en el ambiente. Al entrar, lo primero que noté fue la decoración: sofás tipo lounge en vez de butacas, velas eléctricas en las mesas, e incluso un pequeño bar en la esquina donde servían cócteles con nombres como “El látigo” y “Christian Grey”  platos de comida con nombres como “Sumisión”.

Me sentía como pez fuera del agua, pero mi pareja iba encantada. Ella siempre ha tenido un lado más aventurero, así que se acomodó en el sofá como si fuera su casa. Yo, en cambio, estaba tenso, mirando a mi alrededor y preguntándome si esto era algo normal o si de pronto aparecería una cámara oculta para grabar mi reacción.

La película comenzó y, para mi sorpresa, el ambiente se volvió bastante íntimo. La gente estaba muy metida en el tono del filme, aunque por suerte nada “raro” sucedió —nada fuera de lugar, al menos. Algunos asistentes iban disfrazados: máscaras venecianas, ropa oscura con encaje, esposas como accesorios. Todo muy teatral, pero dentro de los límites del respeto.

Al principio me costó relajarme, pero con el segundo cóctel en mano, ya estaba bromeando con mi pareja sobre las escenas exageradas de Christian Grey. Nos reímos, comentamos la trama (o la falta de ella) y compartimos algunas miradas cómplices cuando la cosa se ponía “picante” en pantalla.

Al salir, ella me agarró del brazo y dijo: “¿Ves? Te dije que iba a ser divertido”. Y tenía razón. Fue extraño, sí, pero también fue una experiencia única que rompió la rutina de nuestras típicas salidas de viernes por la noche.

A veces, salirse un poco de la zona de confort no está nada mal.

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