Juegos y diversión
Entramos con la excusa de “solo mirar”, pero los dos sabíamos que eso era mentira.
Era sábado a la tarde, estábamos caminando por el centro después de un brunch eterno, y de repente Leo se detuvo frente a la vidriera de una tienda erótica. Era discreta, con un maniquí masculino en calzoncillos de encaje rojo y un cartel que decía: “Tu placer, tu estilo”. Me miró con una ceja levantada. No dijo nada. Solo empujó la puerta.
Adentro olía a vainilla y cuero. Todo estaba ordenado, limpio, iluminado con una luz tenue que invitaba a quedarse, a curiosear sin vergüenza. Una chica joven nos saludó desde el mostrador con una sonrisa cómplice. Nos deseó buena exploración como si fuéramos turistas en un país nuevo.
Y en cierto modo, lo éramos.
La primera sección era la de los juguetes. Leo se fue directo a una estantería con vibradores, masajeadores y anillos. Yo no podía dejar de reírme de lo serio que se veía, como si estuviera comparando electrodomésticos. “Este tiene control remoto… ¿te imaginás usarlo en una cena familiar?”, me susurró. Le pegué un codazo, pero terminé agarrando la caja.

Después vino la parte de lencería. No para él. Para mí. Y eso sí que no lo vi venir.
Leo sostenía un body negro de encaje que apenas cubría lo básico. Me lo mostró con una mirada que no dejaba espacio a la negociación. “¿Y si probás algo distinto?”, dijo, medio en broma. Lo tomé, retándolo con la mirada, pero ya sonriendo. Al final, terminé probándomelo en el vestidor. Me sentí raro al principio, pero también poderoso. Sexy. Leo me miró cuando salí y no dijo una palabra, pero esa mirada… ya valía la compra.
Nos fuimos con una bolsa que parecía mucho más inocente de lo que realmente era. En el camino de vuelta, no parábamos de bromear con lo que íbamos a “estrenar” esa noche. Pero detrás de las risas, había algo más: esa chispa que se enciende cuando probás algo nuevo con la persona que te conoce, te gusta y te elige todos los días.
Esa noche, entre juguetes, encajes y carcajadas, no solo exploramos placeres. También reafirmamos que, juntos, no hay terreno que no podamos recorrer.
